Meses después y posteriores a unas clases de psicoanálisis, conversaciones con amigos y varias tazas de café me enfrenté a la que considero, más allá de críticas en revistas especializadas, su mejor película Gritos y Susurros (1972) . Aquí la represión y el silencio de las hermanas son palpables, se sienten, duelen, las vemos en una absoluta complicidad. Aguantando hasta los créditos para gritar en silencio los que las hermanas no hicieron en la hora y media que duraron sus vidas. Liberarse, gritar, sentirse vivo para entonces llorar por ellas. Días después llegó Escenas de un matrimonio (1973) aquí nos vemos, nos reflejamos como aquél espejo que vemos en las mañanas al levantarnos, que nos muestran el verdadero "yo" que somos, aquél sin arreglos, sin baño, sin ataduras, sin mascaras, sin rímel. Nos encontramos, pues, ante esta imagen de un matrimonio que no puede vivir toda la vida como tal pero la relación, la conexión entre ellos, sigue por años. Será la necedad, el sexo o solo el hecho de sentirse acompañado por aquel que ya nos conoce, que no necesita hacer muchas preguntas para saber que es lo que nos sucede. Nos conoce y lo conocemos. Un "amor" que dura para siempre, una relación que nunca termina. Un circulo perfecto que se mantendrá durante años, si acaso hasta la muerte.
Y al final, Fanny y Alexander(1982) la película más autobiográfica del autor. Aquí Bergman nos presenta partes representativas de su infancia, momentos que lo marcaron. Un Bergman (Alexander) que aprendió a mentir y era castigado fuertemente por su padre el obispo. Aquél que en la escuela inventó que iba a ser vendido al circo para escaparse con Esmeralda. Por momentos Bergman nos deja asomarnos a su infancia, donde se arraigaron las blasfemias contra la religión y se preguntaba por la muerte. ¿Quién era y que hacía entre nosotros? Imagenes que aparecen una y otra vez en su filmografía.
No pude sino hablar de lo que su cine me dice. Me resulta imposible hablar de una manera objetiva para poder invitar a otros a ser encantados por sus imágenes, por sus diálogos, por sus silencios. Me es imposible hablar de él sino es a través de mi, de lo que creo es su cine, es por esto que me resulta difícil hablar de Bergman, el cineasta, el danés, el director de teatro, el escritor, de aquél que murió horas antes de Antonioni, de un cine que murió con él, un cine que ya no existe.
De ahí mi imposibilidad de hablar de Bergman.